viernes, 5 de julio de 2013

PATRICIO TORNE / CARNE DE CHANCHO




CARNE  DE CHANCHO
                      autor PATRICIO E. TORNE

     
Hay ciertos animales que portan su belleza con un descaro
sin igual. A esa especie pertenece la filiación de este animal:
mezcla de brutalidad carnicera con delicadeza a lo “Peter Pan”.
Por eso no debería extrañarnos si su desnudez se recorta entre
las piedras del acantilado, para luego acercarse -lenta pero
decididamente-, y ser adorado por esos incautos que recorren
la playa buscando conchas, sin imaginar que vendrían a
encontrarse con tu aparente domesticidad.



                                                                                                          1











          En el trance de encontrarlo donde nunca estaba, cierta vez, tuve el convencimiento de reconocer su imponente figura bajo la ducha.

          La lluvia ponía el brillo necesario sobre su vellosidad, pero algo en su lenguaje corporal me alertaba sobre el equívoco. La tensión puesta al servicio de ciertos temas banales, acrecentaba la sospecha de un nuevo error de mi parte.

          Me di tiempo, sin embargo, de acercarme y acelerar la caída del agua con la palma de la mano. Recorrí su espalda, sus nalgas, los músculos firmes de sus piernas. La bestia se dejó estar, como quien tiene la costumbre de ser malenseñado, y se echó, lentamente, en la bañera.

          Como un capitán complacido en la derrota, me invitaba a su naufragio hogareño.


                                                                                                                                        2








          Debía matarlo una y mil veces. Esparcir lo que quedase de su cuerpo donde sea, menos en los resquicios de la memoria. Así la premisa  con la que intentaba sostenerme, día tras día. Pero allí estaba, sino la presencia, el rastro que dejara su puro andar de bestia, cuando no el olor, su sombra  que en las jornadas de gozo quedara por la casa.

          Como una tierna mascota se volvía, llamando la asistencia de mi mano bienhechora que,  lejos del crimen, se volvía un bálsamo recorriendo la voluminosidad de su recuerdo.

          Extrañando entonces su mirada, me ausentaba de mí, guardaba uno por uno los puñales y cantaba. Cantaba hasta quedar sin voz. Como un trance parecido al exorcismo;  igual que un verdugo inoperante al que lo asiste la pena de no cumplir su cometido.



                                                                                                      3





          En los días propicios, su bestialidad se tendía largo a largo. Dejándose contemplar, sus gestos se adherían a la circunstancia del puro beneplácito.

          Cada tanto –como esos animales disponiéndose a su amo-, exigía su caricia, que de ser satisfecha, le volvía todo un mar en la mirada: no conozco la playa, decía entonces, y su ampulosidad, de pura complacencia, se llenaba de luz igual que un niño al que se debe atender.

          Dejábamos, entonces, nuestro salvajismo de lado, y una barca crecía entre ambos: se dejaba empujar aguas adentro. Marineros nos volvíamos. Centinelas cada uno en lo mas alto del mástil.

          Voluptuosa la tormenta que vendría a mojarnos, hasta llegar la calma.

           Nuestros cuerpos complacidos en la aventura marina. La envidia de Poseidón en olas de la lujuria








                                                                                                                                             4












          Luces en el sigilo de la noche, y en la guarida del guerrero,  se extasían con cierta voluptuosidad que los vuelve angelicales. A solas, se avienen a celebrar lo que les gusta en cada uno de ellos. Las manos, con esa suavidad y la firmeza tan propia de los buenos amantes, recorriendo, sin pudores, los exactos lugares donde crece el deseo. Como inmensos titanes después de la furia, se dejan llevar por la ternura y se vuelven inocentes. Mimias figuras excluidas de la jungla. Lejos de la arena, los gladiadores  olvidan, por un momento, su condición de bestiales






                                                                                                  5













           Nada nos hace falta. La mesa de lo irremediable está tendida. Después de devorar lo que de cada uno apetezca, deberíamos recostarnos a observar nuestra luminosa degradación. Escuchar los sonidos desacompasados de la lengua y decir cosas banales: tierra, lastre, enfermedad, padre, amante.

          En algún punto se alzará el puñal. Caerá con la certeza propia de los buenos gestos. En lo que siga primará la virtud de la estética. Como las reses de Bacon. Carnicería en la tela




                                                                                                         6












           Nadie podrá afirmar, jamás, que tus dientes estuvieron solo al servicio del mordisco. Que tus ojos, profundamente hermosos, atentos a la presa fácil. No.

          Que tu complexión se tensara para el salto consumatorio del desprevenido.


          Yo he visto de cerca tu figura inmensa y leve. He visto, si, el halo circundando tu cabeza. Igual que a un santo pude verte y, muchas veces, me encontré con objetos inocentes en las manos que te hubiera ofrendado. Pero es fuerte el pudor, y más cara la vergüenza.

          

          Ahora cuelgo algunas fotos,  para verme bendecido por tu presencia. Cuido con esmero esas instantáneas que alguna vez -ya lo dijeron-, serán partes de un dossier de la National Geographic, o de un especial en el Animal Planet.    




                                                                                                      7





          Suele olvidarse con facilidad del mundo, y en su guarida, pone obsesiva atención en la forma de sus patas. La tersa epidermis de sus hombros. La pelambre suave de su cavidad torácica. Después se acaricia gradualmente: primero con cierta parcimonia, después intensifica el movimiento y, como un metrónomo descontrolado, llega al punto inicial. Se relaja de nuevo, y su atención ya está puesta en la panza.


          Con sus manos restriega la redondez, y confirma la plenitud del volumen. Conforme en la concavidad del autismo, se acaricia presionando el sexo. Se vuelve seminal. (demagogo y tierno, diría el observador). Un oso que solo bien se lame, sucumbiendo en el éxtasis de lo que otros le niegan como encanto.  



                                                                                                                             8







           Recostado en la noche, a orilla de los bosques, he sido el  cazador que apuesta a la fortuna, y espera de su presa el guiño del reconocimiento.

           Bebí con la mecánica del desesperado, tus más dulces secreciones.

           Arrodillado ante la belleza, comulgué tantas veces como  fue necesario. Me abracé a tu cintura, y fui testigo del temblor y los gemidos. Bebí de tu licor con tanta impunidad como es posible.

           Pero no pude matarte, dejé librada tu carrera. Vi hundirse tu figura en lo espeso de la noche, como un pobre animal  que se cree inocente.




                                                                                                                                                9














           A causa de amar tanto a la bestia, perdí el sentido.

Deliro con sus pectorales en el horizonte, como una amenaza de tormenta levantándose oscura y bella.


          Vendrá a saciar mi sed –pienso-, y el viento pasa a cientos de Km. por hora.  Me desnuda ante los demás. Pone al descubierto mis miserias.


          He levantado las banderas de la vulnerabilidad, aunque se de mi propia fuente,  que no habré de redimirme evitando el oprobio.


                                                                                                                                         10







PATRICIO TORNE: Nació en Helvecia (pcia de Santa Fe) el 31 de enero de 1956.


Editó:


          Orbita de Endriago (filofalsía 1990)


          Helvecia y Otros Tópicos (Todos Bailan 1990)


          Donde Muere la Lógica  (Ultimo Reino 1992)


          Anacrónica (Ediciones de la nada 200)


          Perros (Editorial Revistas Callejeras 2010)




Desde 1985 reside en Villa Mercedes (San Luis), donde desarrolla distintas actividades relacionadas con los espacios sociales, periodísticos y culturales.

Desde 1985 dirige los talleres literarios de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Económico-Sociales de la U.N.S.L.

Es Coordinador del Área de Cultura y Artística de la Secretaría de Extensión Universitaria de la F.I.C.E.S. de la U.N.S.L.

Es responsable del Ciclo PRETEXTO. Donde poetas de todo el país, la región y locales se dan cita para desarrollar lecturas y compartir experiencias creativas, desde 2010 junto al Taller Literario de la FICES.

Ha participado en distintos Congresos y Encuentros en el País, Paraguay y Chile.

Textos suyos han sido publicados en distintos medios nacionales y del exterior (Brasil, Chile, México y España)

No hay comentarios:

Publicar un comentario